jueves, 9 de abril de 2015

¿HA PERDIDO LA FILOSOFÍA EL CONTACTO CON LA GENTE?
W. V. P. Quine (1979)

El título de este artículo podría ser tema de un fascinante debate filosófico o de una encuesta en la Universidad. En ese caso, mucho me temo que la Filosofia no saldría muy bien parada, tal como se ha degradado en los últimos tiempos el valor de las humanidades en la vida académica y en la vida pública.
A la pregunta "qué es esa cosa llamada filosofía", que denota ya un cierto escepticismo, Quine continúa con la opinión del profesor Adler, al que nombra en cuatro ocasiones. Adler considera que la filosofía, debido a los cambios que ha sufrido en las últimas décadas, "ya no se dirige al hombre corriente ni afronta problemas de amplio interés humano".

Efectivamente Mortimer Adler concibió un ambicioso proyecto de una serie de volúmenes en los que ofrecía una sistematización de los grandes libros y las grandes ideas de la tradición occidental. Y para llevar a cabo esta ideología armonista fundó La Academia Radical: "un foro abierto a la discusión que da la bienvenida a todos para debatir las cuestiones", pero que a la vez "se opone intelectualmente a algunos dogmas filosóficos, que en opinión de la Academia, cuando se aplican a los asuntos humanos corrientes contribuye a su manera al incremento de las tonterías filosóficas".[1] Algunos de estos dogmas filosóficos serían el "Escepticismo universal", el "Idealismo metafísico", el "Cientificismo", el "Politicismo", o el "Relativismo moral".
Ignoro si Quine comparte las mismas convicciones de Adler y su visión negativa de algunas tendencias filosóficas, pero pone de manifiesto la unidad y universalidad que a lo largo de la historia ha existido entre la filosofía y el avance científico, que respondía a la búsqueda de una concepción organizada de la realidad. Y ahora, si bien la filosofía científica se ha desarrollado como una ciencia seria tanto en la Lógica formal como en la naturaleza del Lenguaje, ello no implica apartarse de otras cuestiones más serias, pero que ahora deben ser abordadas de forma nueva y no desde nociones tradicionales.
Pero la filosofía lingüística, aunque no necesariamente interese al hombre corriente, corre el riesgo de ser una filosofía de aficionados por la falta de calidad y competencia profesional, aunque estén escritos inspiradamente. Y esto es lo que Quine critica. De hecho, afirma que los filósofos en sentido profesional no tienen idoneidad para escribir inspiradamente, lo que eras más propio de la novela.
Si bien Adler tenía una visión crítica del giro de la nueva filosofía y concretamente del cientificismo, Quine parece abogar por una filosofía de carácter profesional, que no tenga pretensión de consolar a nadie, y cuyo motor sea únicamente la curiosidad intelectual. Esto es lo que parece querer decir cuando afirma "Sophia sí, philosophia no necesariamente".

Pero este no deja de ser un final en cierto modo desilusionante para el lector, pues una vez reconocida la gran aportación de los grandes filósofos a lo largo de la historia y sus logros inconfundiblemente filosóficos, separar la filosofía de la sabiduría significaría claudicar ante la afirmación de que la filosofía ya no es capaz de "afrontar problemas de amplio interés humano". 
Sería entonces dejarla en manos de los "filósofos" chiflados, de tendencias frívolas.
Me parece más interesante transcribir una postura mucho más positiva, de Alejandro Llano, que parece aunar tanto el rigor filosófico que busca Quine, como las grandes ideas de la tradición occidental que pretende Adler.
"Por mi parte, he huido como del demonio de los intentos de separar la filosofía de la vida, es decir, de la realidad humana. Por eso me siento cada vez más lejos del academicismo filosófico, aunque valore y procure cultivar la seriedad de la investigación que se atiene al rigor académico". [2]
En suma, el hecho de que la filosofía esté en contacto con la gente no está reñido con la erudición ni con la investigación seria. Pero fundamentalmente el filósofo que tiene algo que decir debe compartirlo, y tendrá mayor fuerza su argumento en la medida en que ese algo sea verdadero. A este filósofo le traerá sin cuidado el éxito fácil o la especulación de los chiflados, porque en esta apertura generosa que se expande en el tiempo dejará una huella profunda en otros, y nunca se quedará solo.








Alejandro Llano. "Segunda Navegación". Ed Encuentro. Madrid 2010. Pág 75.

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